Lo Nunca visto. Nieblas, sombras y cenizas

Leo Tena

 

Cuando estaba ideando el X Festival Internacional de Fotografía Teruel Punto Photo y decidí orquestarlo entorno a Lo Extraordinario, mi mente fue de inmediato hacia aquella artista que vi en Instagram y que atendía al enigmático pseudónimo de Yoesotra. Tal y como le daba la vuelta al verbo en su avatar le daba la vuelta al concepto fotográfico, y eso me hizo investigar en su obra. Así llegué hasta Tatiana Abellán.

Tanto tiempo emperrado en enseñar a la gente mi visión de la vida y lo único que hacía aquella artista era llevar la contraria; quería hacer desaparecer las imágenes, darle importancia al desvanecimiento, a lo efímera que es la fotografía… y la vida. Me quedé impresionado por su implicación en su serie en desarrollo, Encarnados, donde su propia piel es el papel y su cuerpo la memoria fotográfica, donde hace aparecer y desparecer fotografías, retratos, recuerdos de otros que hace suyos.

La fragilidad es algo inherente a la obra de Tatiana, esa sutileza, ese riesgo a evanescerse. Por eso contrasta y atrae su firme defensa de ello, su obstinada batalla por borrar para permanecer. Eliminar para mantener. Evaporar para salvar.

Con Nieblas, sombras y cenizas nos muestra lo desaparecido. Una serie de intervenciones medidas al milímetro detallan la rigurosa profesionalidad de Tatiana, imágenes que uno supone encontradas al azar conforman perfectamente una exposición admirable y sin fisuras. Fotografías que se deshacen y van a parar a botellas, vapores asesinos de imágenes, fuego devastador de fotografías de otros tiempos… Uno podría pensar a primera vista que a Tatiana no le gusta la Fotografía, pero en cuanto cruzas unas palabras con ella ves la pasión por entender ese concepto de la imagen como recuerdo y olvido, como presencia y ausencia, para reforzarlo, paradójicamente mediante el fuego, la química o la mutilación.

Alguien sin pasión no se dedica a recopilar fotografías con la sombra del fotógrafo como nexo. Horas y horas de búsqueda y clasificación para juntar en un solo panel más de cien fotografías que parecen estar hechas por la misma persona; el error como acierto.

La reflexión es clara y contundente: el vacío atrae más que el todo. Dejar una pequeña puerta a la imaginación, hacer volar las elucubraciones ante una foto antigua de alguien desconocido, y de quien nada sabemos, es algo que se agradece profundamente en una sociedad de lo evidente, de la exposición burda, zafia y directa de la vida propia y ajena ante unos ojos que absorben y absorben miles de imágenes que te golpean para no dejarte pensar.

El borrado desbloquea esa inmediatez, despierta el intelecto. Para ello Tatiana, más que borrar, disecciona, y cuando elimina con quirúrgica geometría, por ejemplo, los rasgos de un apuesto militar de los años 20, nadie podrá reconocer quién es, pero todo el mundo lo imaginará a lomos de un apuesto corcel desfilando ante las autoridades. O cuando hace que mires a sus Amantes, aislados y perfilados, imaginas su edad, cómo se conocieron, si vivirían una historia como la tuya en tu adolescencia o juventud, y te metes en su historia y te imaginas, y tu mente vuela… y los haces tuyos.

Ya lo dijo un prestigioso galerista al ver la exposición en Teruel: “en cuarenta años de profesión nunca había visto algo así”. Exacto, pensé. Exacto. Lo no visto. Lo nunca visto. Dejar de ver para mirar más allá.